Declaración previa de Animal Freedom acerca de la condenable tradición taurina. El uso de los toros para el combate fingido no sólo significa la violación de sus derechos. Es peor: la gente gasta su dinero para asistir a este cobardía. Es comparable con un asesinato sexual, con los espectadores de culpables, siendo ellos el motivo de esta injusticia sádica. Fuente: dra Ana María Aboglio. Asociación ánima. |
Un análisis de los eufemismos
usados en el discurso taurino y de la inconsistente
y arbitraria argumentación de sus defensores,
revelará a esta tortura reglamentada como
una de las mayores mascaradas de la sociedad del
espectáculo, a la vanguardia en la creación
de simulacros. Tortura maquillada para ocultar
las miserables realidades de un negocio que promociona
la violencia incluso por canales mediáticos. |
El toro de lidia
Su 'nobleza' reside en la manipulación por parte de los ganaderos
para obtener un animal que, ante el peligro, ataque sin pretender la huida. Genéticamente
se buscan toros con mucho peso y poca fuerza, por si los puyazos del picador
en el tercio de varas de la corrida, o los arpones en el tercio de banderillas
-amén de las ilegales pero usualmente empleadas prácticas previas-,
no fueran suficiente para quebrantarlo. No hay, en realidad, un Bos taurus de
lidia, porque no existen caracteres psicológicos ni morfológicos
propios diferenciadores que se perpetúen hereditariamente. Por eso, hasta
la sanción del nuevo Reglamento Taurino -que lo prohibió para favorecer
los intereses de los ganaderos específicos-, se utilizaban en las corridas
toros destinados a alimentación, algunos tan fuertes como los criados
para la lidia. Cualquiera de éstos podría ser un Civilón,
corrido en 1936 en Barcelona: Mientras recibía las heridas del picador,
la voz familiar del campesino que lo había cuidado y lo llamaba con desesperación,
hizo que Civilón acudiera a él en pos de cariño y salvación.
Obligado a proseguir la lidia, dos veces más se retiró para reencontrarse
con su amigo hasta que fue por fin 'indultado'. No es el único caso.
En libertad, este herbívoro manso sólo
combate contra otro frente a una vaca en celo.
Empuja las testuces -no los cuernos- hasta que
su contrincante cede. Sólo cuando es aislado
de la manada se asusta y entonces usa sus cuernos no por bravura sino por miedo. Así es como
sale a la arena, aterrado, encontrándose
ante el único elemento móvil representado
por la capa en vuelo. Estímulo al cual responde
embistiéndolo ingenuamente en la lucha por
aliviar el dolor que está sufriendo. Esto
es aprovechado por el torero para que no se fije
en él, que permanecerá inmovilizado
hasta donde le sea posible. De cerca y por los
lados, muy poco es lo que ve el toro: Los banderilleros
entran por estos ángulos muertos de la visión
y los toreros se quedan cerca porque es la zona
más segura. Las 'banderillas' son
arpones de acero que se engarfian en la carne y
la horadan con toda la saña que llevan quienes
las clavan. El fraude tauromáquico reside
en garantizar, disminuyendo a una de las partes,
que la otra la destruya con crueldad. El dolor
en el cuello provocado por las profundas heridas,
que al igual que la hemorragia se agravan con el
movimiento del animal, lo obliga a bajar la cabeza,
posición indispensable para que el valiente
torero pueda clavarle la espada. Aquéllo
de que el toro no sufre es una farsa tan insostenible
desde lo biológico que referirse a la 'bravura'
y la 'entrega' de un animal acuciado por
el dolor y la imposibilidad de huir es una burla
más que lamentable.
La vida en las dehesas dista de las escenas bucólicas de las que dan parte
los taurinos. Separación temprana de la madre, marcado con hierros candentes,
chapas clavadas en las orejas, jornadas 'de acoso y derribo'. Una alimentación
deficitaria que habitualmente los mantiene enfermos de tuberculosis, nefritis,
pleuresía, parasitosis severas de hígado e intestinos: un 48% de
animales enfermos según revelan las autopsias post-lidia. |
El 'matador'
Figura prefabricada que sabe sobre la ausencia de una lucha sincera con el animal
en igualdad de condiciones. Engalanado con el traje de luces para enfrentar al 'toro
bravo', un ser maltratado, desnutrido, martirizado y con la desesperación
de saber que se está jugando la vida, tendrá, por las dudas, una
cuadrilla que entrará al ruedo para defenderlo en caso de imprevistos.
Aunque el final tiene poco de fortuito. En general de origen humilde, aplausos y dinero serán provistos por una
actividad considerada, en la mayoría de los países del mundo, como
un acto de crueldad. Se lo ha querido envolver con una halo de virilidad, a pesar
de su indumentaria afeminada y su comportamiento de héroe artificial ligado
al rótulo de 'novio de la muerte'. Cientos de actividades en el
mundo son más capaces de generar viudas y ninguna se asocia con un supuesto
erotismo masculino, más bien un lugar de ruptura del goce, donde el torero
se construye falsamente como hombre valiente, apuesto y seductor. Los críticos
taurinos suelen hoy lamentar la creciente frecuencia con que los toros se derrumban.
Y es porque a la tortura reglamentada suele agregársele otras previas
a la salida al ruedo: administración de tranquilizantes, laxantes, palizas,
vaselina en los ojos, algodón en las vías nasales, cortes en las
patas que luego se rocían con aguarrás o amoníaco para que
el dolor lo paralice y otras atrocidades por el estilo. También el 'afeitado'
de los cuernos que traumatiza por el intenso dolor cuando se hace sin anestesia
y que si hecho con ella, lleva a que el animal se quede corto al sentir más
largas sus astas. Su suerte está echada de antemano. Sus errores son atribuidos,
en el discurso radiofónico y para dejar intacta la imagen del torero,
al inocente animal. Es un combate contra una fiera sin colmillos obligada a una
lucha con trampas meticulosamente calculada para su derrota.
Cristina Sánchez, la mujer torera que el año pasado se retiró atacando
el machismo imperante en el medio, es un ejemplo de mujeres accediendo a los
núcleos tradicionalmente masculinos. Este tema plantea a las mujeres de
hoy una cuestión fundamental: La liberación de la mujer, ¿es
un camino hacia los esquemas de opresión construidos por los hombres,
desde donde oficiará a su vez de opresora ? ¿O llegará a
ellos para forzar una transformación de la que también muchos hombres
son partícipes ? ¿Se convertirá en legisladora para sostener
la violencia de la que sigue siendo víctima o trabajará para eliminarla? |
El espectáculo
'De salutis gregis domici' es el nombre de la Bula que en 1567 publicó el
Papa San Pío V condenando las corridas como "festejos" más
propios de demonios que de hombres, sentenciando a excomunión a quienes
los consintieran o presenciaran y hasta negando sepultura cristiana a quienes
murieran en la lidia. En España, el absolutista Felipe II se las arregló para
que la Bula no fuera aplicada, lo que es fácil de explicar con un Estado
Pontificio que necesitaba el apoyo de un imperio que en ese entonces dominaba
medio mundo. Los Papas posteriores prefirieron enmendarla. No se conoce la excusa
que los actuales clérigos que concurren a las plazas dan, sobre todo con
las declaraciones del actual Juan Pablo II acerca de la existencia de alma en
todos los animales. Tal vez sea para apoyar los cristianos sentimientos de los
aficionados, que realizan estas actividades en nombre de la virgen de la Macarena
, la virgen de la Soledad y del Jesús del Gran Poder. En el s. XIX O'Higgins
las abolió de un plumazo al libertar a Chile, junto a la esclavitud y
las peleas de gallo. En Argentina están prohibidas por ley nacional, lo
que no obsta a que el Club Español las haya propuesto en Villa Gesell
unos años atrás. Se practican hoy en estilo Español en Venezuela,
México, Perú y Colombia, Ecuador, España, Francia y Portugal.
Y estilo bufo o local (semi-rodeo y en donde en el pasado se han tratado, y fallado,
de instalarlas estilo Español) en Costa Rica, Panamá, Honduras,
Nicaragua, Bolivia, Rca. Dominicana, Hong Kong, Egipto y algunos países
de Europa Oriental. En México además se adiciona la novillada,
donde las víctimas son terneritos de pocas semanas de vida. En las llamadas "bloodless
bullfights", corridas sin sangre, legales en muchos estados de EE.UU., los
animales son atormentados, burlados y aterrorizados, y aunque no se los mata
durante el sádico espectáculo, son con frecuencia muertos inmediatamente
después.
La corrida es un monumento a la simulación. Comenzando por el hecho de
que ningún toro daría su "consentimiento" para una lucha
tan absurda, incluso si se hiciera en igualdad de condiciones. Los niños
aún 'no preparados' que son llevados por sus padres para que 'adquieran
experiencia', suelen llorar y taparse los ojos con espanto. Se les enseña
que al toro 'no le duele' y que 'el toreo es un arte'. "Inconscientemente
ese niño termina asumiendo que la tortura y la sangre que brota del animal
no significa nada y en el largo plazo eso es muy grave en un país como
Colombia en donde la vida vale muy poco", dijo Alvaro Posada, Director para
América Latina de la Sociedad Humanitaria Internacional. La diputada catalana
Pilar Rahola, al pedir al Congreso en 1999 que se prohiba la entrada al espectáculo
taurino a los menores de 14 años, expresó que el Estado Español "está anclado
en el pasado bajo el epígrafe de un patrimonio cultural". Heridas
sangrantes, dolosamente provocadas en el cuerpo del animal, son así vaciadas
de tragedia. Eufemismo: el "arte" de la tauromaquia. Las emociones
que brinda este arte son las propias de una exposición de torturados. |
De origen militar, el toreo tiene
antecedentes en los cuerpos de caballería
llamados lanceros, que utilizaban en sus prácticas
manadas de toros y vacas. No sólo en España
y Francia, sino en otros países como Inglaterra
e Italia, donde no sobrevivieron al pasado siglo
XX. En España, el absolutista Fernando
VII, junto al cierre de las Universidades y
la prohibición de la constitución
liberal, restauró las corridas para un
público sediento de violencia. Entonces
los toreros corrían algunos riesgos. Los
caballos eran víctimas en el ruedo de
atroces escenas hasta la muerte y aún
hoy se les corta las cuerdas vocales para silenciar
gritos de dolor. Progresistas y republicanos
han solicitado varias veces la supresión
de las corridas, apoyados por filósofos
y escritores como Miguel de Unamuno, Santiago
Ramón y Cajal, José Ferrater Mora,
Félix Rodríguez de la Fuente ,
Miguel Vincent, Jesús Mosterín,
Rosa Montero, y, por supuesto, por los miles
de anónimos que individualmente o dentro
de asociaciones defensoras de los animales, trabajan
desinteresada e incesantemente para abolir la
pregonada y protegida por Franco como 'fiesta
nacional'.
En España la actividad taurina es sostenida con fondos públicos
a pesar de que, según diferentes encuestas, la mayoría de los Españoles
no adhieren a la misma. Según una publicada en La Vanguardia , Barcelona,
del 11 de noviembre del 98, el 97% de los Españoles aseguran no tener
afición a las corridas. Ya en 1984 la encuesta del prestigioso Instituto
Gallup mostró que había un aficionado por cada 6 personas, que
pertenecían principalmente a las clases más modestas y que la relación
era aún menor entre los que tenían entre 15 a 24 años. En
lugar de partidas presupuestarias específicas, la ayuda oficial se imparte
con subvenciones a los ganaderos -los toros muertos se comercializan a pesar
de que su carne ha sido reiteradamente señalada como peligrosamente tóxica
para el consumo humano-; gastos en promoción turística -a pesar
de que cada vez más los turistas repelen las corridas-; asignación
de dinero para fomento de actividades taurinas; propiedad de las plazas de toros
que son mantenidas por el Ayuntamiento y derechos de retransmisión de
las corridas en cadenas televisivas, incluso en horarios aptos para que los niños
aprendan lo que ciertos adultos se han adjudicado el derecho a hacer. Montar
un teatro de crueldad donde los que sufren son los únicos a quienes no les interesa participar.
Unos 35.000 toros por año -sólo en España-, torturados hasta el último soplo y cientos de caballos atrozmente mutilados,
desechados después de algunas corridas y a veces muertos.
Una de las mejores definiciones de la tauromaquia la ha dado en 1980 la UNESCO
al decir que es "…el malhadado y venal arte de torturar y matar animales
en público y según unas reglas. Traumatiza a los niños y
los adultos sensibles. Agrava el estado de los neurópatas atraídos
por estos espectáculos. Desnaturaliza la relación entre el hombre
y el animal. En ello constituye un desafío mayor a la moral, la ciencia
y la cultura". |
El público
Las corridas, se dice son un medio de embrutecimiento de las masas. Pero también
son ocasión, cuando coinciden con fechas de fiestas Españolas locales,
para obtener la foto en los sociales.
El porcentaje de aficionados es verdaderamente reducido y el 90% de los turistas,
horrorizados, no regresa. Los incidentes de violencia son habituales en los anales
taurinos. Como dato histórico, el 25 de julio de 1835 (San Jaime), en
Barcelona, turbas de la plaza de toros de Condal, donde se había hecho
una mala corrida, desencadenaron una serie de vandalismos que culminaron con
una matanza de sacerdotes, lo que llevó a que la plaza se clausurara por
15 años.
El público participa de una ceremonia de dominio ficticio sobre un ser
fuerte y hermoso, sojuzgado y llevado a ejecución. La masacre se enmascara
con eufemismos. Un morrillo 'mondo', en lugar de destrozado. 'Parear'
en vez de clavar instrumentos para causar dolor. 'Concluir mal la faena',
cuando en vez del corazón la espada alcanza los pulmones y no lo mata,
lo que resulta habitual por la impericia reinante y por el lugar poco accesible
en que el corazón se halla dentro del tórax. En estos casos se
habla de 'marear' al animal, presentándole capotes a derecha e izquierda.
La finalidad no es el mareo sino que el estoque dentro del tórax al moverse
haga una verdadera carnicería. El 'descabellado' se usa para seccionar
la médula y paralizar completamente al animal.
La sección suele ser parcial dando lugar a horribles agonías durante las cuales se obtienen
los 'trofeos': las orejas o el rabo que se le cortan a un animal casi siempre
consciente. |
La miseria del mundo
El espectáculo taurino propicia el aniquilamiento de la compasión
de quienes participan y presencian la matanza, con vías a ocultar y/o
tergiversar, los miserables detalles de su montaje. Com-pasión, que no
significa lástima sino "sentir con". Ponerse en el lugar del
otro y padecer con él, com-padecerlo. Capacidad que el ser humano posee
independientemente de que la ejerza o no, y que es atacada de sentimentalismo
por los cultores de ruindades ajenas, etiquetadas de tradicionalismo. Una sensibilidad
alerta no podrá, sin embargo, anestesiarse, y en la configuración
escénica del espacio-tiempo de la corrida, percibirá apesadumbrada
la angustia de la muerte de quien es usado por simple divertimento. Sólo
para los actores humanos hay representación, porque este 'juego'
significa para el animal la pérdida de lo único que tiene y quiere:
su propia vida. El escritor y músico Paul Bowles lo expresó con
claridad en un reportaje póstumo, al decir que la razón por la
que quería seguir viviendo es que era un animal, "y todos los animales
quieren prolongar la vida a costa de lo que sea.". No sólo la compasión
está ausente, sino también la ética que deriva del uso de
la razón humana, instrumento útil también para deducir que
el dolor provocado voluntariamente es un mal moral, porque hay un acto específicamente
provocado para causarlo.
Junto a las numerosas fiestas populares Españolas en las que se martirizan
animales en medio de voluminosos gritos y agresivas borracheras, las corridas,
en cualquier lugar del mundo, conforman una vergonzosa, cruenta sesión
de tortura maquillada de costumbre, embebida de simulacro. Un espectáculo
particularmente cruel, como sólo es capaz de planear el animal humano. |
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